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D. José Betancort Cabrera: Ángel Guerra (1874-1950)

D. José Betancort Cabrera, más conocido por propia iniciativa suya como Ángel Guerra, es un hombre de innumerables facetas. Podríamos hablar de él como el hombre político, el poeta, el novelista o el escritor de diversos artículos periodísticos.

 
Nació en la localidad lanzaroteña de Teguise el 19 de marzo de 1874. Era el hijo mayor de una humilde familia, por lo que tuvo muchas dificultades al realizar sus estudios, ya que Lanzarote carecía entonces de un Instituto de bachillerato. Gracias a la ayuda económica de un tío suyo, pudo trasladarse a la isla de Gran Canaria y se matriculó en el Seminario Conciliar de Las Palmas, donde iniciará sus estudios secundarios, como otros muchos jóvenes canarios. 


El Seminario era considerado entre mucha gente del pueblo, más que un centro de formación para el sacerdocio, el gran y verdadero instituto de los pobres, sin que por eso dejara de ser uno de los centros más prestigiosos del Archipiélago, pues de allí salieron alumnos de una gran valía y muchísimos sacerdotes de una gran talla intelectual. 


En 1892, con apenas dieciocho años de edad, publicó José Betancort su primer artículo de prensa en un periódico local. En esos años se afianza su afición literaria, pero dará un giro radical al conocer personalmente a Benito Pérez Galdós. Desde entonces adoptará, como escritor, el nombre de uno de los personajes galdosianos: Ángel Guerra, personaje al que se sintió plenamente vinculado. Pronto se trasladará a Madrid, con la ayuda de unos amigos canarios, para realizar estudios universitarios. Poco a poco va dando a conocer su pluma como periodista, hasta que consigue colaborar en bastantes diarios españoles del momento, como el Liberal, El Globo, el Heraldo de Madrid y España. Su labor periodística, a veces muy crítica con la realidad social de aquel tiempo, lo convierte en un escritor temido por unos y censurado por otros. 


A principios del siglo XX Ángel Guerra realiza continuos viajes por España, Italia, Francia y Portugal. En París, entre 1908 y 1910, ejercerá como corresponsal de un gran periódico, La Correspondencia de España. Sigue manteniendo contacto permanente con las Islas Canarias, a cuyos diarios principales no deja de enviar crónicas. Al mismo tiempo se va afianzando su relación con ciertos círculos intelectuales, especialmente con el entorno de Benito Pérez Galdós, con quien siempre tuvo una magnífica relación. 


En 1910 obtiene un acta de diputado por la circunscripción de Canarias, lo que marcará el punto de partida de su carrera política. Esta nueva faceta del autor le brindará no pocas satisfacciones, pues durante varios años renovará su condición de diputado, e incluso desempeñará altos cargos en la administración estatal. Tras la Segunda República y especialmente durante el periodo franquista, Ángel Guerra se dedicará solamente a escribir, hasta que fallece en Madrid el 18 de noviembre de 1950. 


Con respecto a las Islas Canarias, además de su trabajo como diputado por Lanzarote, realiza importantes gestiones. La más importante fue la creación de la nueva prisión provincial de Las Palmas de Gran Canaria. 


Cuando el 14 de abril de 1931 Niceto Alcalá. Zamora proclama la Segunda República, Ángel Guerra se aparta de la política activa. Aunque fue invitado a continuar, no quiso, pues se sentía, en cierto sentido, ligado por su juramento con el régimen anterior. 


Pero la figura de Ángel Guerra alcanzaría con el tiempo más notoriedad como narrador que como político. Durante su dilatada vida publicó numerosas novelas y relatos, entre los que destacan aquellos que se desarrollan en las Islas Canarias. Sus temas predilectos son el mar, la vida campesina, la lucha por la supervivencia y la relación del ser humano con el medio. Ello lo lleva, en ocasiones, a utilizar una prosa ágil, muy cercana al naturalismo, a veces expresionista por las situaciones dramáticas que reflejaba. Su obra más celebrada por la crítica es La Lapa, relato corto en el que describe los sufrimientos y las penurias de Martín desde que es joven hasta que lo pierde todo tras un horrible naufragio. La Lapa es la epopeya de un hombre de las Islas Canarias, de humilde procedencia, que comparte protagonismo con otro personaje simbólico: el mar. 


Ninguna de sus obras ha tenido ni la difusión ni la popularidad que La Lapa ha alcanzado, sobre todo en los últimos años del siglo XX, en los que han llegado a publicarse hasta ocho ediciones en una de las editoriales más populares y conocidas: ediciones Cátedra. No hay duda que La Lapa, en opinión de muchos críticos, es una gran novela regionalista canaria. Yo he repetido muchas veces que si no es la mejor es, al menos, una de las mejores. Bastante conocida, leída, comentada y difundida ha sido esta obra y no creo que sea necesario hablar de ella una vez más, sobre todo, cuando, en su entorno literario, hay muchas que están a su altura y otras que, por su profundidad, la superen aunque no hayan alcanzado una difusión tan grande. 


Ángel Guerra comenzó, desde muy joven, a escribir literatura. Su gran obsesión, su ilusión suprema, su gran ideal era conseguir un nombre como escritor. No debe extrañar, pues, que a los dieciséis años publique su primera composición lirica, un romance heroico en versos alejandrinos dedicado a su distinguida amiga Matilde en una revista que sacaba su buen amigo del colegio de San Agustín Pepe Franchy (más tarde el célebre político don José Franchy y Roca) y que se titulaba "El Ateneo Canario". Eran unos versos grandilocuentes, altisonantes y encendidos, y que siguen las huellas de los viejos poetas románticos. Al año siguiente ve la luz su primera publicación independiente. Es una composición en verso, también de corte romántico, titulada "Una hoja de mi álbum, dedicada esta vez a la señorita Dolores Lorenzo. 


Su primer artículo en prosa aparece el 9 de junio de 1892 en un periódico de Las Palmas titulado La Patria y dirigido por don Juan Boissier. Nos relata su segunda y definitiva salida de Lanzarote a Gran Canaria y está escrito con un estilo apasionado y ardiente. 


En 1893, y empleando un argot taurino, recibe la alternativa de la mano de Federico León, médico de San Mateo, donde residía en casa de su tío Juan José Batista, secretario del Juzgado Municipal del pueblo. Empieza enviando sus primeras colaboraciones a El Defensor de la Patria. Y desde entonces ya no parará. Envía artículos a la mayoría de los periódicos que se publicaban en Las Palmas y unos años más tarde empiezan a aparecer sus primeras obras literarias; Semblanzas, De Arte,  y Aguas primaverales. 


Se traslada a Madrid, a mediados de 1900 y una vez en la Península siguen A bordo,  una zarzuela titulada La última  y refundida más tarde con el título de La copla,  novelas de asunto regional canario, como Al sol, Cariños,  Mar afuera y " Al jallo". 


Estando en París publica De mar a mar, donde aparece por primera vez La lapa,  y Rincón isleño. Luego sigue La casta de los Luzardos, cuyo único ejemplar que conozco está en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife y que más que publicación parece la encuadernación de unas galeradas que nunca pasaron esa condición. A ella le siguen A merced del viento y Del vivir revolucionario.


Pero antes había publicado otras obras como Literatos extranjeros. Allá, su único libro de versos. Polvo del camino, un libro clave dentro de su bibliografía, pues en la serie de crónicas que inserta en esta obra se empieza a adivinar el cambio del escritor dulzón y regionalista al autor ceñudo y severo que vamos a encontrar en su mejor libro "Del vivir revolucionario" que es donde condensa y encierra todo su pensamiento político. Concluye su obra con una refundición de A bordo, publicada en 1919 con el nuevo título de El Patache, Andanzas y añoranzas y una nueva versión de La lapa  sobre 1927. 


A pesar de que Ángel Guerra escribió tantas obras y una infinidad de artículos, dificilísimos de contabilizar, apenas se conservan de sus escritos manuscritos originales. Creo que la mayoría de ellos se perdieron en las editoriales y en las redacciones de los periódicos. Solamente conozco una página, que perteneció a don Luis Maffiotte y que se conserva hoy en el fondo Maffiotte del Museo Canario de Las Palmas. Es un soneto titulado “Al Conquistador” que incluyó en su libro Allá y como recuerdo emocionado a una de las pocas páginas autógrafas que se conservan, queremos reproducirlo. Se inicia con una cita del Padre Feijoó: 

Al Conquistador
“Vivos se les tributa una forzada obediencia y
muertos un gracioso aplauso; es necesidad lo primero,
necedad lo segundo”
(Feijóo)


El soneto es el siguiente:
No esperes compasión,  aunque en la historia
tus crímenes se encuentren disculpados
que hasta tus hijos,  al rubor forzados,
reniegan de tu estirpe vejatoria.
El lustre y los blasones de tu gloria
con sangre de traición están manchados;
¡el hierro con que matan tus soldados
es digno pedestal a tu memoria!
Hoy se yergue mi espíritu altanero
para decirte a nombre del vencido,
con temple y lealtad de caballero,
que en la lucha llevabas escondido,
debajo de la cota del guerrero,
el corazón infame de un bandido.

 

                                                                                                          Antonio Cabrera Perera
                                                                                         Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
 


GALERÍA DE FOTOGRAFÍAS.

 

D. José Betancort Cabrera. 

 

Recepción de D. José Betancort en Teguise en 1914.

 

D. José Betancort interviene durante la inauguración del monumento a Pérez Galdos en Las Palmas 1930

 

            

Portadas de algunas publicaciones de Angel Guerra.

 

   

Casa familiar de D. José Betancort en Teguise donde se puede ver placa en su honor colocada en 1922 (Ampliar imagen para apreciar texto).. 

 

   

Inmueble en la Calle Rayo de Teguise donde nació D. José Betancort. 

 

Calle principal de la Villa de Teguise con el nombre de  D. José Betancort desde 1918, cuando también se le nombra Hijo Predilecto

 

 

Premio de novela Angel Guerra en 1990

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